En el colegio hay pájaros. No sólo el toche y el canario que tantos niños visitan en el terrario, sino pajaritos silvestres que se paran en las ramas o transitan raudos los aires. Están también las palomas acostumbradas a la presencia de la gente. A veces caminan por los corredores como si tuvieran un traje de cola.
A pesar entonces de convivir con los pájaros, los niños del Liceo recibieron con curiosidad y alegría a dos visitantes extranjeros: una pareja de alcaravanes venidos de tierras cálidas. Son hermosos: tienen el cuerpo blanco con las alas sombreadas de plumas negras, y se empinan en sus patas anaranjadas, dignas de su familia de aves: las garzas. Por eso se llama a los alcaravanes “garzas llaneras”, con lo que se nos hace saber que pertenecen a esa familia de aves que se encuentran en todas las altitudes de Colombia.
Llegaron afanados los alcaravanes a estas frías latitudes de la sabana de Bogotá. ¿El calentamiento global? Venían urgidos de armar un nido para sus futuros polluelos. La hembra puso huevos en el centro de la cancha de futbol del Liceo y ahora los cuida con su macho. Esperan pacientes y atentos mientras que pasan los días necesarios para que nazcan sus pajaritos.
Si esta comunidad no se preocupara de cuidar y apreciar a los seres humanos y a los animales, si no estuviera atenta al cuidado del planeta, tal vez la vida del colegio no habría tenido alteración alguna. El nido habría quedado desamparado en mitad de la cancha y habría podido ocurrir que los huevos fueran pisoteados por los jugadores desprevenidos. Pero ha pasado algo diferente y digno:
Los niños y los jóvenes han dejado de usar la cancha para sus juegos cotidianos y han sido puestas dos bandas que guardan y protegen los huevos. Nadie se acerca a más de cinco metros. En el centro de los círculos concéntricos que dibujan las bandas, está el nido con los huevos, y el macho y la hembra los rondan y guardan. Algunos niños han traído binoculares para poder acercarse a la maravilla del cuidado que dan esos padres a sus futuros polluelos. Alguien quiso acercarse un poco para hacer unas fotografías, y ambos pájaros le revolotearon cerca a la cabeza. Tuvo que mantener la distancia segura para las aves.
Toda la comunidad está pendiente de este evento. Se habla y se comenta aquello que ocurre día a día. Tal vez cuando volvamos de vacaciones, los alcaravanes adultos y sus polluelos ya vuelen a otros lugares. Con seguridad los polluelos habrán vencido las cáscaras de los huevos y habrán nacido. Así también la hembra se habrá acercado a pasarles alimentos de su boca hasta sus picos. Lástima que no podremos presenciar este proceso maravilloso que tiene lugar antes de que los polluelos alcen vuelo. Nos queda la alegría de haber cuidado a estos hermosos seres. De haber dejado, de común acuerdo, de jugar futbol para cuidar la vida de esta familia de alcaravanes. Una vez más el cuidado por los otros nos congrega.